¡Mis queridos palomiteros!
Los protagonistas
¿Qué les ha pasado a los galos más famosos del mundo
mundial en su regreso a la cartelera española?
Un pésimo
doblaje al castellano, una carrillada de chistes chuscos y una colección de gags sobados confirman el fracaso del realizador Laurent Tirard en esta lujosa
superproducción en 3D de poco fuelle
sobre los populares héroes galos.
Tras el éxito de las películas
de acción real, basadas en la idea original del difunto guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo, Astérix y Obélix contra el César (Claude Zidi, 1999), Misión Cleopatra (Alain
Chabat, 2002) y Astérix en los Juegos Olímpicos (Thomas
Langmann y Frédéric Forestier,
2008), llega ahora a las salas españolas la cuarta entrega, Astérix y Obélix al servicio de su majestad, una
historia con poca resistencia en el guión cuya novedad más llamativa es su
exhibición en 3D.
Trailer de la historia
La aventura cómica se ambienta
50 años antes de Cristo. César tiene sed de conquistas. Al mando de sus
gloriosas legiones, decide invadir esa isla situada al límite del mundo
conocido, aquel país misterioso llamado Bretaña.
La victoria es rápida y total.
Bueno… casi. Un pequeño poblado bretón resiste, pero sus fuerzas se debilitan.
Cordelia, la reina de los bretones, decide enviar a su oficial más leal, Buentórax,
en busca de ayuda a la Galia, donde hay otra pequeña aldea, conocida por su
obstinada resistencia a los romanos…
En la aldea gala en cuestión, Astérix y Obélix están muy ocupados, ya que
su jefe les ha encomendado el cuidado de su sobrino Gudúrix, un joven
descocado recién llegado de Lutecia, para que hagan un hombre de él. Y están
muy lejos de conseguirlo.
Cuando Buentórax llega en
busca de ayuda, deciden confiarle un tonel de poción mágica escoltado por
Astérix y Obélix. También les acompañará Gudúrix, ya que este viaje puede ser
una oportunidad única para perfeccionar su educación.
Astérix y Obélix al servicio de su majestad es la
suma adaptada de los
cómics Astérix en Bretaña -de donde toma la mayor parte de su
argumento y sirve de gran hilo conductor- y de Astérix y los normandos -metido toscamente con calzador- que sólo consigue retorcer los diálogos y
estirar su metraje y su presupuesto -60 millones de euros, 20 más que el
filme anterior-.
Sorprende que Tirard,
conocedor del mundo Goscinny, no haya sido capaz de elaborar un guión mucho más
firme, termine perdiéndose en subtramas
insípidas y se vea envuelto al final en una trama farragosa y arrítmica que
ha desprovisto de los mejores golpes de humor del cómic.
De fiesta... o de conquista
En cuanto al apartado actoral,
probablemente el mejor actor de la saga para encarnar a Obélix sea Depardieu y su acertada interpretación
en todas las películas haya provocado su confirmación definitiva en la
franquicia francesa. Sin embargo, lo que los responsables galos de la historia
no han terminando de conseguir es un Astérix
convincente, tras los papeles asignados a Christian Clavier en las dos primeras entregas -resultaba muy
sobreinterpretado-, así como a Clovis
Cornillac que resultó tan tibio como olvidable en la tercera historia.
En la versión que nos ocupa, a Edouard Baer le ha faltado hacer creíble un personaje dentro de una
aventura y no participar en una aventura en la que él resulta sólo un personaje
más. Todo ello quiere decir que estas interpretaciones se han quedado en la medianería
como ha ocurrido con el resto del elenco, lo cual acusa una potente ausencia en
la dirección de actores y un casting
fallido.
Queda, pues, una prescindible y previsible secuela más
de los intrépidos y queridísimos galos, que pierde totalmente el rumbo al
querer extrapolar la sociedad, cultura y lenguaje actual a la época del Gran
Imperio Romano. Nada que ver con las
numerosas y magníficas versiones animadas sobre las aventuras, mejor
trabadas y con más chicha. Y no sólo por el 3D.