¡Mis
queridos palomiteros!
Hoy nos vamos a centrar en otra película, también disponible en Netflix. Se
trata de Hogar, drama psicológico que analiza, con precisión de bisturí, las
filias y las fobias de un ser humano en búsqueda del éxito a cualquier precio,
que para él es equivalente a encontrar una felicidad maquillada.
Hogar
sigue las andanzas de Javier Muñoz. Es un ejecutivo publicitario con gran talento.
Vive en un lujoso apartamento en la mejor zona de Barcelona junto a una esposa
que le quiere y a un hijo adolescente al que le hace caso cuando le conviene. Pero
se queda en el paro y se pone a buscar trabajo. Entonces comprueba que sus
propuestas publicitarias están anticuadas, a tenor de las respuestas que recibe
de sus entrevistadores.
Así las cosas, se ve forzado a trasladarse con su
familia a otro piso de su propiedad, aunque de calidad muy inferior y en un
barrio mucho más modesto. Y un día descubre, casualmente, que aún tiene un
juego de llaves de su antiguo apartamento y decide espiar a los nuevos
inquilinos.
Los
jóvenes hermanos Alex (39) y David (42) Pastor, expertos cortometrajistas,
escriben y dirigen este intenso thriller, tercera incursión en el largometraje
tras Infectados (2009) y Los últimos días (2013), que falla en el guión pero
que goza de una acertada dirección.
A Hogar pueden atribuírsele ciertas
connotaciones dramáticas y estéticas de las películas Retratos de una obsesión,
protagonizada por Robin Williams, y de La vida de nadie, protagonizada por José
Coronado. De la primera se deriva el comportamiento sociópata del personaje; y
de la segunda su tono cínico y tóxico. Aunque también la película recuerda a El
autor, por el carácter manipulador de su protagonista.
Hogar
describe con tino la desnaturalización de la personalidad de nuestro
protagonista, con tal de conseguir su objetivo, a través de la mentira, la
manipulación y el mundo de las apariencias, que consiste en volver a ser el
profesional de éxito que fue.
Y lo va a hacer sin pedir permiso ni perdón a
nadie. En este sentido el filme lanza, por un lado, una dura crítica social que
reflexiona sobre el materialismo, el hedonismo y el mundo capitalista en el que
andamos instalados y, por otro, una mirada al vejatorio comportamiento de una
persona, que no busca ambición, sino codicia, porque todo lo que va obteniendo
es sólo para ella.
La dignidad, integridad y la honradez de la persona conviven
con facilidad, y a su vez, son elementos muy pervertibles. Además se dan cita
en el drama otros comportamientos disonantes como la injusta superioridad del
hombre sobre la mujer y, de perfil, el tema del alcoholismo.
Hogar
arranca muy bien, están bien definidos el detonante y los giros argumentales,
pero el final se precipita y resulta especialmente forzado y previsible. Como
hemos dicho antes, el gran fallo de la historia está en el guión, que no cierra
las subtramas, entre otras cosas -a pesar de que estructuralmente tiene
cuerpo-, y de esta manera, aunque el tempo funcione bien, a medida que
transcurre el relato se van quedando en el camino situaciones representativas a
las que los hermanos Pastor no les conceden tregua.
Y porque parece que, con la
idea de centrar el disparo, se dejan de lado situaciones que podrían dar mucho
de sí, y que completarían con éxito el filme dado que, como directores, los
hermanos Pastor tienen talento.
Ciertamente,
el tono de la trama está más que logrado, así como las escenas duras de la
película, bien rodadas, y protagonizadas con profesionalidad por un rotundo Javier
Gutiérrez, una sobria Ruth Díaz, un correcto Mario Casas y una elegante Bruna
Cusí.
Queda,
pues, un buen producto sobre el thriller psicológico, que recoge con acierto
las patologías del ser humano ante situaciones límite, nunca antes detectadas,
pero que no profundiza en el meollo de la trama a causa de un guión ligero,
pendiente de narrar los conflictos internos de nuestro protagonista consigo
mismo, y dejando fuera otros porqués a medias.
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