lunes, 6 de abril de 2020

‘Hogar’: Los hermanos Pastor entregan un buen thriller con un impecable Javier Gutiérrez

¡Mis queridos palomiteros! 

Hoy nos vamos a centrar en otra película, también disponible en Netflix. Se trata de Hogar, drama psicológico que analiza, con precisión de bisturí, las filias y las fobias de un ser humano en búsqueda del éxito a cualquier precio, que para él es equivalente a encontrar una felicidad maquillada.


Hogar sigue las andanzas de Javier Muñoz. Es un ejecutivo publicitario con gran talento. Vive en un lujoso apartamento en la mejor zona de Barcelona junto a una esposa que le quiere y a un hijo adolescente al que le hace caso cuando le conviene. Pero se queda en el paro y se pone a buscar trabajo. Entonces comprueba que sus propuestas publicitarias están anticuadas, a tenor de las respuestas que recibe de sus entrevistadores. 

Así las cosas, se ve forzado a trasladarse con su familia a otro piso de su propiedad, aunque de calidad muy inferior y en un barrio mucho más modesto. Y un día descubre, casualmente, que aún tiene un juego de llaves de su antiguo apartamento y decide espiar a los nuevos inquilinos.


Los jóvenes hermanos Alex (39) y David (42) Pastor, expertos cortometrajistas, escriben y dirigen este intenso thriller, tercera incursión en el largometraje tras Infectados (2009) y Los últimos días (2013), que falla en el guión pero que goza de una acertada dirección. 


A Hogar pueden atribuírsele ciertas connotaciones dramáticas y estéticas de las películas Retratos de una obsesión, protagonizada por Robin Williams, y de La vida de nadie, protagonizada por José Coronado. De la primera se deriva el comportamiento sociópata del personaje; y de la segunda su tono cínico y tóxico. Aunque también la película recuerda a El autor, por el carácter manipulador de su protagonista.

Hogar describe con tino la desnaturalización de la personalidad de nuestro protagonista, con tal de conseguir su objetivo, a través de la mentira, la manipulación y el mundo de las apariencias, que consiste en volver a ser el profesional de éxito que fue. 


Y lo va a hacer sin pedir permiso ni perdón a nadie. En este sentido el filme lanza, por un lado, una dura crítica social que reflexiona sobre el materialismo, el hedonismo y el mundo capitalista en el que andamos instalados y, por otro, una mirada al vejatorio comportamiento de una persona, que no busca ambición, sino codicia, porque todo lo que va obteniendo es sólo para ella. 

La dignidad, integridad y la honradez de la persona conviven con facilidad, y a su vez, son elementos muy pervertibles. Además se dan cita en el drama otros comportamientos disonantes como la injusta superioridad del hombre sobre la mujer y, de perfil, el tema del alcoholismo.


Hogar arranca muy bien, están bien definidos el detonante y los giros argumentales, pero el final se precipita y resulta especialmente forzado y previsible. Como hemos dicho antes, el gran fallo de la historia está en el guión, que no cierra las subtramas, entre otras cosas -a pesar de que estructuralmente tiene cuerpo-, y de esta manera, aunque el tempo funcione bien, a medida que transcurre el relato se van quedando en el camino situaciones representativas a las que los hermanos Pastor no les conceden tregua


Y porque parece que, con la idea de centrar el disparo, se dejan de lado situaciones que podrían dar mucho de sí, y que completarían con éxito el filme dado que, como directores, los hermanos Pastor tienen talento.

Ciertamente, el tono de la trama está más que logrado, así como las escenas duras de la película, bien rodadas, y protagonizadas con profesionalidad por un rotundo Javier Gutiérrez, una sobria Ruth Díaz, un correcto Mario Casas y una elegante Bruna Cusí.


Queda, pues, un buen producto sobre el thriller psicológico, que recoge con acierto las patologías del ser humano ante situaciones límite, nunca antes detectadas, pero que no profundiza en el meollo de la trama a causa de un guión ligero, pendiente de narrar los conflictos internos de nuestro protagonista consigo mismo, y dejando fuera otros porqués a medias.  



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