El próximo domingo, 23 de abril,
el hermoso Parque de El Capricho,
en Madrid, acogerá -a las 11.00 y a las 11.30-
a otros tres personajes de la Historia de España, que servirán para recrear momentos imprescindibles de
nuestro pasado reciente, como ya hemos indicado desde este mismo espacio.
Dos alabados actores, Marta García-Lomasy José Luis Paneroserán quienes desarrollen los papeles principales.
Marta y José Luis interpretan a Paula y a Dionisio en Tres sombreros de copa
La mismísima Duquesa de Osuna te
contará algunos de los secretos del palacio, el General José Miajaen persona te narrará los
terribles momentos vividos en la Posición Jaca durante la Guerra Civil
Española y por último el coronelSegismundo Casado te explicará la caída de
Madrid al finalizar la guerra. No dejes pasar esta oportunidad de vivir en
primera persona la Historia de este precioso emplazamiento.
Marta y José Luis durante una representación de El rey del mundo lirundo
La actividad
se realizará gracias a Rutas
con Historia, empresa especializada en estas lides
que con tanto acierto se maneja en el desarrollo de lasvisitas teatralizadas.
¡Seguiremos informando!
La distribuidora Wanda Visión lleva a las
salas de cine Últimos días en la Habana, filme triste, pero en ningún
caso pesimista, del director de cine y escritor cubano de 72 años, Fernando
Pérez Valdés, ganador de un Goya a la mejor película Iberoamericana en el año
2000 por su trabajo La vida es silbar.
Este drama se ambienta en el centro de la
Habana hoy día. Miguel (45 años) sueña con huir a New York. Mientras espera un
visado que nunca llega, trabaja como lavaplatos en un restaurante particular.
Diego (45 años) sueña con vivir. Postrado e inmóvil por el SIDA, libera
toda su energía desde el estrecho camastro del cuarto más pequeño del solar.
Mientras Miguel le da la comida a Diego, vamos descubriendo que ambos
viven juntos como si fueran la noche y el día. Diego es gay, positivo,
luminoso; Miguel es asexual, negativo, oscuro. Diego es el héroe, Miguel
el antihéroe. Pero entre ambos existe una amistad contradictoria e
indestructible, sostenida por un pasado compartido del que sólo ellos conocen
sus secretos.
Ganadora del premio al mejor largometraje Iberoamericano en el festival de cine de Málaga, Últimos días en la Habana ha conseguido mostrar, en toda su crudeza, la vida en la zona más pobre de Cuba, por ejemplo, en la ejecución de trabajos duros remunerados con miserias que impiden el desarrollo de una vida digna.
Y el director de Suite Habana (2003) repasa sin cortapisas todas las variables que dan forma a la multiforme Cuba, pasando a su vez por la caducidad de los ideales de la Revolución o la corrupción, pero sin mostrarse dogmático e incluso alertando -sin que resulte paradójico- de que irse de una Cuba casi inhabitable no es garantía de una vida mejor. También, Últimos días en la Habana es una película sobre la relatividad de la moral en situaciones específicas y los prejuicios que en el orden ético provocan ciertas conductas no muy habituales, que tienen más que ver con la percepción personal que con la vida misma.
Y aún así, bajo el barniz de una vida sin salidas, Últimos días en la Habana no es una película de ajustes de cuentas, al contrario, es un filme realista en lo esencial: la vida pasa rápido, los amigos nos traicionan, se prodigan las decepciones y nada chirría. El conjunto, aunque falla por su ritmo, resulta armonioso, los diálogos son frescos y naturales, la cinta está bien narrada, estructurada, montada y fotografiada.
Además, cuenta con unas brillantes interpretaciones donde sus protagonistas funcionan como perfectos antagonistas de una historia que hubieran preferido no protagonizar y que recuerda muchísimo al trabajo de otros dos grandes cubanos, Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío y su Fresa y chocolate (1994).
Recientemente ha estado en España el guionista francés Julien Rappeneau(hijo del
legendario director francés Jean-Paul Rappeneau) con motivo de
la promoción de su galardonada opera
primaRosalie Blum, estrenada la semana pasada. Y como es costumbre, Palomitas de Maíz ha estado con él.
¿Cómo
nace el filme?
Me enamoré de la
novela gráfica de Camille Jourdy,
que es una historia muy original, con un principio de estructura que me gustó
mucho, y después y sobre todo los personajes que me tocaron bastante; gentes
que son como una pausa en su vida, bloqueados por el miedo, con historias familiares
complicadas y que gracias a una aventura sorprendente se ponen en marcha y
esperan... Una película que no me parecía haber visto jamás.
El
filme es casi una película de mujeres, al estilo del cine de Almodóvar. ¿Quería
hacer un homenaje a la mujer?
Bueno, no me lo
dije de esta manera, pero es cierto que los
personajes de mujeres me interesan mucho, me emocionan mucho. De hecho, tenía
muchas ganas de trabajar con actrices. Y después mucha gente me ha dicho que
tengo cierta sensibilidad por lo femenino, y es haciendo las cosas cuando uno lo
va descubriendo...
¿Qué
quería transmitir en su película a través de esa integración
familiar-generacional?
La película
muestra muy a las claras que a cada uno de nosotros puede llegarnos ese momento
en la vida en el que no sabemos muy bien qué hacer para que las cosas vayan
mejor y encontrar algo que nos dé esperanza. Y tras haber esperado durante un
tiempo, a menudo basta tener un pequeño
encuentro para que las cosas empiecen a cambiar, lo cual siempre ocurre a través
de los demás. Y no sólo a través del amor.
¿Qué
opina de que los treintañeros o cuarentañeros vivan en casa de sus padres?
No sé si es un
fenómeno muy corriente en Francia. Tal vez se dé por razones económicas. En las grandes ciudades el alojamiento es
tan caro que hay gente, especialmente los jóvenes, que vuelve a casa de sus
padres. Diría que en Rosarie Blum, y
en concreto en el caso de Vincent, hay una madre que es extraordinariamente
posesiva que gestiona su vida y no quiere que su hijo rompa el cordón
umbilical. El asunto está en cómo Vincent afronta la independencia para así expresar
su modo de ser real, es decir, su personalidad.
La
historia está llena de obsesiones: el peluquero siguiendo a la tendera, la
madre posesiva, como acaba de comentarme, la búsqueda de la felicidad a cualquier
precio. ¿Por qué?
Sí, es cierto, las
hay. De hecho, Rosarie Blum está obsesionada
con rehacer su vida y tener su jardín secreto. De alguna manera no sabe lo
que le va a pasar pero está a punto de cambiar. No obstante, quiero señalar que
no hice la película para tratar las obsesiones, a pesar de que se desplieguen varias
temáticas de ese cariz.
Deja
en el aire el sinsabor de las relaciones padres-hijos sin resolver. ¿Quería
avivar conciencias?
Las historias
familiares tienen un papel fundamental. La
familia es un territorio de pasiones, de conflictos y complejidades. Todo
el mundo tiene una relación rica y particular con la familia. Y en el caso de esta
película especialmente a través de sus tres personajes principales. ¿Cómo superarla?
¿Cómo llegar a vivir con ello? Es una de las cosas que cuenta la película -y que ya me gustó cuando leí la novela
gráfica- era cómo Aude y Rosalie iban a conectar. No se conocen al comenzar la película pero al paso del metraje se
van reconociendo. Especialmente me llamó la atención la manera en que ambas
tienen para complementarse.
¿Qué
puede decirme de las casualidades? ¿Existen? ¿En qué se diferencian de las
coincidencias?
Difícil
pregunta... ¿Es sólo azar lo que se
produce en Rosarie Blum? No estoy
seguro. Desde luego sí hacía falta un golpe de timón a los protagonistas para
hacerlos cambiar. La cinta irá revelando que las cosas ya estaban escritas... Hay fenómenos inconscientes que son
interesantes para constatar en la vida de las personas.
¿Cree
que sin memoria no puede construirse la persona en toda su dimensión?
Los recuerdos
tienen una influencia importante en nuestra vida de adultos. A veces sin ni
siquiera interpretarlos o comprenderlos. Considero que es un enfoque psicoanalítico en el que creo bastante.
¿Ha
hecho usted por amor cosas tan excesivas como las de nuestro protagonista?
No, ni mucho
menos. Nunca he seguido a nadie en mi vida como Vincent. Y nuestro protagonista
no lo hace desde un punto de vista amoroso, sino que quiere saber dónde ha
visto a esta mujer antes y de esa manera encuentra una ocupación que lo llevará
a emanciparse.
¿Qué
opina de los premios a tenor del que ha recibido en el Festival Internacional
de Cine de Gijón?
Me causó un gran
placer. Es un premio importante. Por si fuera poco, este premio del público
significa que es a los espectadores a quienes les ha gustado mi película, que
es lo que más deseo con mi trabajo. Y al ser un premio español mucho más, ya
que coloca al cine francés en un lugar preferente frente a otras opciones.
¿Por
qué tengo que ir a ver su película, qué voy a encontrarme en ella?
A menudo, los espectadores
tras las proyecciones del filme venían a verme a decirme que la película les había
hecho muy bien, que les había provocado emociones
fuertes y positivas. Es un motivo más que suficiente. Además, la cinta está
llena de sorpresas, de una música y una cadencia en su contenido que puede hacer
más que atractiva la historia al espectador español.
Paramount Pictures Spain distribuyó en febrero en España Fences, en el pórtico de los Premios Oscar a los que optaba en cuatro categorías (Mejor Película, Mejor Actor Principal (Denzel Washington), Mejor Actriz de Reparto (Viola Davis) y Mejor Guión Adaptado). La traemos hoy a las pantallas por su actualidad.
Se trata de la tercera incursión en la dirección de cine del actor Denzel Washington, que ha adaptado con fidelidad la obra de teatro homónima, escrita en 1983 por el desaparecido dramaturgo estadounidense August Wilson, pero que no llegaría a los escenarios de Broadway hasta cuatro años después, con grandes protagonistas, a saber, James Earl Jones y Mary Alice, y ganadora del premioPulitzer en 1987.
Ambientada en la década de los 50, la película narra la historia de un padre afroamericano, Troy Maxon, basurero que trabaja en Pittsburgh -quien de joven era un prometedor y ambicioso jugador de béisbol que soñaba con vivir del deporte-, que hará frente a los prejuicios raciales para sacar adelante a su familia a pesar de las dificultades económicas por las que atraviesa.
Después de haber ganado ambos premios Tony (los del teatro de Broadway) por el excelente revival de 2010, Denzel Washington y Viola Davis transmiten con fuerza las complejidades y contradicciones de su matrimonio, que ya dura 18 años, y que ha ido creciendo con mimbres no muy sólidos. Por su parte, los protagonistas conocen su papel de cabo a rabo y -junto al elenco de secundarios- resuelven sus complejos roles con algo más que solvencia.
Washington se mantiene apegado al texto teatral sin excepción hasta llegar a las más de dos horas de metraje en una película que va ganando calado emocional por sedimentación. No obstante, la película se sigue con interés por sus actores y porque su libreto se mantiene vigente.De hecho, la miga del drama es el texto de Wilson, es decir, una maravilla -conmovedor y naturalista-, incluso por momentos casi musical gracias a su cadencia.
Es justo recordar que el trabajo de Washington detrás de la cámara no resulta en absoluto desdeñable. Es detallista, elegante, y a veces hasta sutil. Su interpretación tampoco es nada mala. Teniendo en cuenta que su personaje (uno de esos papeles-bombón para cualquier actor) llega a ser extremo en ocasiones, Washington mantiene a raya, dentro de sus posibilidades, su afición por el histrionismo.
En este sentido, hay que destacar a Viola Davis, que hace un trabajo colosal como esposa de un personaje deplorable, y a Stephen Henderson, cuyo personaje (un compañero de trabajo del protagonista) es el que mejor cae de toda la película, especialmente porque es el que menos habla.
En todo caso, Washington se enfrenta de este modo al material con una disfrutable ferocidad, como un hombre poseído. Ayuda mucho en esta línea, y después al resultado final, el guión del laureado dramaturgo norteamericano Tony Kushner, si bien se echa en falta que el director le hubiese imprimido algo más de nervio a la puesta en escena.