¡Mis queridos palomiteros!
Paramount Pictures Spain distribuyó en febrero en España Fences, en el pórtico de los Premios Oscar a los que optaba en cuatro categorías (Mejor Película, Mejor Actor Principal (Denzel Washington), Mejor Actriz de Reparto (Viola Davis) y Mejor Guión Adaptado). La traemos hoy a las pantallas por su actualidad.
Se trata de la tercera incursión en la dirección de cine del actor Denzel Washington, que ha adaptado con fidelidad la obra de teatro homónima, escrita en 1983 por el desaparecido dramaturgo estadounidense August Wilson, pero que no llegaría a los escenarios de Broadway hasta cuatro años después, con grandes protagonistas, a saber, James Earl Jones y Mary Alice, y ganadora del premio Pulitzer en 1987.
Ambientada en la década de los 50, la película narra la historia de un padre afroamericano, Troy Maxon, basurero que trabaja en Pittsburgh -quien de joven era un prometedor y ambicioso jugador de béisbol que soñaba con vivir del deporte-, que hará frente a los prejuicios raciales para sacar adelante a su familia a pesar de las dificultades económicas por las que atraviesa.
Después de haber ganado ambos premios Tony (los del teatro de Broadway) por el excelente revival de 2010, Denzel Washington y Viola Davis transmiten con fuerza las complejidades y contradicciones de su matrimonio, que ya dura 18 años, y que ha ido creciendo con mimbres no muy sólidos. Por su parte, los protagonistas conocen su papel de cabo a rabo y -junto al elenco de secundarios- resuelven sus complejos roles con algo más que solvencia.
Washington se mantiene apegado al texto teatral sin excepción hasta llegar a las más de dos horas de metraje en una película que va ganando calado emocional por sedimentación. No obstante, la película se sigue con interés por sus actores y porque su libreto se mantiene vigente. De hecho, la miga del drama es el texto de Wilson, es decir, una maravilla -conmovedor y naturalista-, incluso por momentos casi musical gracias a su cadencia.
Es justo recordar que el trabajo de Washington detrás de la cámara no resulta en absoluto desdeñable. Es detallista, elegante, y a veces hasta sutil. Su interpretación tampoco es nada mala. Teniendo en cuenta que su personaje (uno de esos papeles-bombón para cualquier actor) llega a ser extremo en ocasiones, Washington mantiene a raya, dentro de sus posibilidades, su afición por el histrionismo.
En este sentido, hay que destacar a Viola Davis, que hace un trabajo colosal como esposa de un personaje deplorable, y a Stephen Henderson, cuyo personaje (un compañero de trabajo del protagonista) es el que mejor cae de toda la película, especialmente porque es el que menos habla.
En este sentido, hay que destacar a Viola Davis, que hace un trabajo colosal como esposa de un personaje deplorable, y a Stephen Henderson, cuyo personaje (un compañero de trabajo del protagonista) es el que mejor cae de toda la película, especialmente porque es el que menos habla.
En todo caso, Washington se enfrenta de este modo al material con una disfrutable ferocidad, como un hombre poseído. Ayuda mucho en esta línea, y después al resultado final, el guión del laureado dramaturgo norteamericano Tony Kushner, si bien se echa en falta que el director le hubiese imprimido algo más de nervio a la puesta en escena.
José Luis Panero
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