¡Mis
queridos palomiteros!
Hoy no puedo
estar de acuerdo con el panorama previsto para el estreno de Skyfall -a España llegará el 31 de
octubre-, la última peli hasta el momento sobre el agente 007, protagonizada
por el actor inglés Daniel Craig y el
villano español, Javier Bardem, que da
vida a Silva. Y los fans, tampoco
deberían. En el reciente tráiler internacional se puede comprobar cuanto
digo.
Sam Mendes, que ya dirigió
a Craig en su debut como agente 007 en Casino
Royale y en Quantum of solace,
despliega demasiada acción sin justificar en lugar de dar rienda suelta a una
historia más elaborada argumentalmente, si tenemos en cuenta lo que dan de sí
las historias de James Bond. Por eso
no es censurable. Es censurable por el
derroche de violencia gratuita, tal vez como la de Tarantino, pero sin bolsas de sangre o chorros de tomate, o como la
de Alien, pero sin espagueti sobre la
mesa.
Siento
que lo que se está produciendo es una
involución en la saga. Cierto es que me pareció muy vibrante y brillante
(perdonad la cacofonía) Casino Royale,
donde Mendes configura la personalidad de Bond perfectamente, desde su grotesco
origen hasta su elegante final, donde le convierte en el personaje flemático
que todos conocemos. Es más, si tras Casino
Royale nos vemos El Dr. No, la
identidad de Bond es invariable, salvando las distancias interpretativas de Mr.
Sean Connery. Y por
esa genialidad, Mendes merece un aplauso.
Sin
embargo, como hay que modernizarse y los hábitos en el consumo de cine cambian hay que aceptar el modelo postmoderno del
cine de acción en favor de un público potencialmente juvenil que no quiere
discursos, sino espectacularidad en la imagen, a lo que se añaden las
nuevas técnicas con el 3D estereoscópico, algunas sin fundamento, como pasó con
Torrente 4... Por eso no
hay que confundir espectacularidad con espectáculo.
Espectacularidad es Ben-Hur.
Espectáculo es The artist.
Lo
que tampoco me convence es el argumento
enrevesado de El Caballero oscuro: la
leyenda renace, aunque aquí la
película sea más pura, menos sutil, más humana y más directa que las anteriores
de la saga Batman por lo que mejora
el resultado final de la trilogía.
Pero eso no quita que también la carga
de violencia sea desproporcionada (lo fue bastante con el Joker interpretado
por malogrado Heath Ledger en el
filme que le precedió), aunque Nolan, el
director, haya demostrado en esta película ser un cineasta brillante, más en el fondo que en la forma.
¡Siempre pensé que Anne Hathaway sería incapaz
de quitarse el disfraz de Princesa por
sorpresa para ponerse después el de Catwoman!
En
resumen, ¿vamos a convertir lo que hasta
ahora está mal denominado ‘normal’ (violencia generalizada, a veces de
dudoso gusto) en ‘extraordinario’ (diálogos
y puestas en escena en consonancia con una historia de ciencia ficción con
mesura? ¿O es al revés?
¡Ah!, y que nadie caiga en la trampa de decirme que como Brad Pitt defendió la violencia en el cine en mayo pasado en Cannes... todo cuela. Pues no. Y si es así, ¡pues qué pena!
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